Embedding Social Justice in the Monetary and Fiscal Response to COVID-19 – Intégrer la justice sociale dans la réponse monétaire et fiscale au COVID-19
Resumen ejecutivo
En la actualidad, el 1% superior de la distribución mundial de la renta acapara el 20% del PIB mundial, y ha acaparado el 27% del crecimiento total de la renta entre 1980 y 2016.
El aumento sustancial de la desigualdad y el fracaso a la hora de elevar la parte inferior y media ...
Resumen ejecutivo
- En la actualidad, el 1% superior de la distribución mundial de la renta acapara el 20% del PIB mundial, y ha acaparado el 27% del crecimiento total de la renta entre 1980 y 2016.
El aumento sustancial de la desigualdad y el fracaso a la hora de elevar la parte inferior y media de la distribución de la renta en los últimos cuarenta años no sólo invalida el supuesto fundamento ético de la economía del goteo, sino que tiene consecuencias negativas directas en el rendimiento de nuestras economías.
Según las estimaciones de la OCDE, el aumento de la desigualdad de ingresos en los países de la OCDE entre 1985 y 2005 ha costado, de media, 4,7% puntos porcentuales de crecimiento entre 1990 y 2010.
- Tras la crisis financiera mundial de 2008, la Reserva Federal de Estados Unidos, seguida del BCE en Europa, se embarcaron en una prolongada política de bajos tipos de interés y flexibilización cuantitativa (QE).
Aunque estos programas resultaron necesarios para estabilizar los mercados y reducir los tipos de interés, inflaron los precios de los activos, normalmente en manos de la parte más rica de la población, aumentando la desigualdad de la riqueza.
Además, en ausencia de un estímulo fiscal más fuerte y de una regulación financiera más estricta, su supuesto efecto de goteo sobre la inversión y el empleo es cuestionable.
- La QE permitió el acceso al crédito a bajo coste, sobre todo en la UE, pero esta oportunidad no se tradujo plenamente en un aumento del consumo y de las inversiones, en ausencia de una política fiscal complementaria y de una regulación financiera adecuada.
Dado que la QE se introdujo en un contexto de mercados financieros fuertemente desregulados, exacerbó algunas de las deficiencias crónicas del modelo financiero neoliberal, aumentando la desigualdad y la inestabilidad económica.
Hoy, la cuestión es si los bancos centrales pueden permitirse retirar sus políticas monetarias excepcionales sin perjudicar a una economía frágil, ya que tirar del enchufe de las líneas de crédito barato durante un estancamiento secular podría provocar una nueva crisis financiera.
- Otra razón por la que la QE no dio los resultados esperados en la década de 2010 fue el predominio del paradigma neoliberal, magnificado bajo unas reglas fiscales estrictas y procíclicas y la aplicación de políticas estructurales de austeridad, incluida la descentralización de las estructuras de negociación colectiva.
Esto se tradujo en una actividad económica anémica que apenas consiguió recuperar los niveles económicos anteriores a 2008, antes de que la COVID-19 devolviera a las economías al punto de partida en términos de crecimiento y empleo.
- Sin embargo, las consecuencias económicas del COVID-19 no son las mismas para todos.
Cientos de millones de trabajadores han perdido su empleo o se aferran a planes de trabajo temporales de corta duración.
En el otro lado, las grandes empresas tecnológicas y las plataformas digitales han visto aumentar considerablemente sus ingresos durante la pandemia, al igual que los gestores de fondos de inversión y de cobertura.
- Hoy en día, es necesario un apoyo monetario más sistémico y directo a la intervención fiscal para abarcar objetivos de desarrollo económico y justicia social.
Esto no sólo significa un apoyo indirecto a la concesión de préstamos mediante la flexibilización de los requisitos de apalancamiento y una mayor liquidez para los bancos comerciales, sino un papel más proactivo de los bancos centrales a la hora de orientar la inversión productiva en la economía real, dirigiéndola al mismo tiempo hacia el cumplimiento de objetivos específicos de sostenibilidad social y medioambiental.
- En cuanto a la política fiscal, la posibilidad de volver a una actividad económica normal podría incitar a los gobiernos a retirar las costosas medidas de apoyo más bruscamente de lo recomendado, hundiendo la economía como ocurrió tras la Crisis Financiera Mundial.
Esto sería un error, ya que los gobiernos deben más bien dar un paso al frente y aumentar el gasto, al tiempo que aplican reformas multidimensionales que vayan en la dirección de luchar contra la desigualdad y atender las preocupaciones medioambientales.
- Para alcanzar el objetivo de una recuperación socialmente justa, los gobiernos deben cambiar el enfoque predominante sobre el trabajo, reforzando el papel de las instituciones laborales y reafirmando su centralidad a la hora de garantizar unas condiciones de vida dignas para todos.
También es imperativo frenar el impacto negativo de la financiarización, para no desviar recursos de la inversión en la economía real, exacerbando aún más la polarización de la renta y la riqueza.
Por último, es urgente una política fiscal progresiva que ponga freno al aumento secular de las desigualdades, apoyando al mismo tiempo la necesaria reorientación de nuestras economías hacia un modelo de crecimiento ecológico.
Integrar la justicia social en la respuesta monetaria y fiscal a la COVID-19
Currículum
- Aujourd’hui, les 1 % les plus riches de la distribution mondiale des revenus s’acaparent 20 % du PIB mondial et 27 % de la croissance totale des revenus entre 1980 et 2016.
El aumento sustancial de las desigualdades y el fracaso de las políticas encaminadas a mejorar la base y el medio de la distribución de los ingresos en los últimos cuarenta años no sólo invalidan el fundamento ético del «efecto de ruina», sino que tienen consecuencias negativas directas sobre los resultados de nuestras economías.
Según las estimaciones de la OCDE, el aumento de las desigualdades de ingresos en los países de la OCDE entre 1985 y 2005 ha supuesto, en promedio, 4,7 puntos de porcentaje de crecimiento entre 1990 y 2010.
- Tras la crisis financiera mundial de 2008, la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo (BCE) en Europa se han embarcado en una prolongada política de tipos de interés bajos y de expansión cuantitativa (QE).
Si bien estos programas se consideran necesarios para estabilizar los mercados y reducir los niveles de interés, han disparado los precios de los activos, generalmente mantenidos por la parte más rica de la población, aumentando así las desigualdades de riqueza.
En outre, en l’absence d’une relance budgétaire plus forte et d’une réglementation financière plus stricte, leur supposé » effet de ruissellement » sur l’investissement et l’emploi est discutable.
- El aumento cuantitativo ha permitido el acceso al crédito a bajo coste, en particular en la UE, pero esta oportunidad no se ha traducido totalmente en un aumento del consumo y de las inversiones, a falta de una política presupuestaria complementaria y de una regulación financiera adecuada.
Como el desacoplamiento cuantitativo se ha introducido en un contexto de mercados financieros fuertemente desregulados, ha exacerbado algunas de las lagunas crónicas del modelo financiero neoliberal, aumentando así las desigualdades y la inestabilidad económica.
Aujourd’hui, la question est de savoir si les banques centrales peuvent se permettre de retirer leurs politiques monétaires exceptionnelles sans nuire à une économie fragile, car débrancher les lignes de crédit bon marché pendant une stagnation séculaire pourrait entraîner une nouvelle crise financière.
- Otra razón por la que la estimación cuantitativa no ha dado los resultados esperados en 2010 es el predominio del paradigma neoliberal, ampliado por unas normas presupuestarias estrictas y procíclicas y la puesta en marcha de políticas estructurales en el marco de la austeridad, en particular la descentralización de las estructuras de negociación colectiva.
Cela s’est traduit par une activité économique anémique qui a à peine réussi à retrouver les niveaux économiques d’avant 2008, avant que la COVID-19 ne ramène les économies à la case départ en termes de croissance et d’emploi.
- Pourtant, les conséquences économiques de la COVID-19 ne sont pas les mêmes pour tous.
Des centaines de millions de travailleurs ont perdu leur emploi, ou s’accrochent à des dispositifs de chômage partiel.
Por otro lado, las grandes empresas tecnológicas y las plataformas digitales han visto aumentar considerablemente sus ingresos durante la pandemia, al igual que los gestores de fondos de inversión y de fondos especulativos.
- Aujourd’hui, il est nécessaire d’apporter un soutien monétaire plus systémique et direct à l’intervention budgétaire pour englobar les objectifs de développement économique et de justice sociale.
Il ne s’agit pas seulement de soutenir indirectement les prêts en assouplissant les exigences en matière d’effet de levier et en améliorant la liquidité des banques commerciales, mais aussi de confier aux banques centrales un rôle plus proactif en ciblant les investissements productifs dans l’économie réelle, tout en les orientant vers la réalisation d’objectifs spécifiques de durabilité sociale et environnementale.
- En lo que respecta a la política presupuestaria, la posibilidad de volver, en definitiva, a una actividad económica normal podría incitar a los gobiernos a retirar las medidas de ayuda más bruscamente de lo recomendado, lo que supondría volver a fortalecer la economía como ocurrió tras la crisis financiera mundial.
Ce serait une erreur bienn évidemment, car les gouvernements doivent plutôt intensifier et augmenter les dépenses, tout en mettant en œuvre des réformes multidimensionnelles qui iraient dans le sens de la lutte contre les inégalités et de la prise en compte des préoccupations environnementales.
- Para alcanzar el objetivo de una recuperación social justa, los gobiernos deben cambiar el rumbo de las reformas del mercado de trabajo, reforzando el papel de las instituciones laborales y reafirmando su papel central en la garantía de unas condiciones de vida decentes para todos.
Il est également impératif de limiter l’impact négatif de la financierisation, afin de ne pas détourner les ressources de l’investissement dans l’économie réelle, exacerbant encore davantage la polarisation des revenus et des richesses.
Enfin, il est urgent d’adopter une politique fiscale progressive, qui mette un terme à l’augmentation séculaire des inégalités, tout en soutenant la réorientation nécessaire de nos économies vers un modèle de croissance verte.
Integrar la justicia social en la respuesta monetaria y fiscal a la COVID-19
Resumen
- Hoy en día, el 1% superior de la distribución global de la renta se apodera del 20% del PIB mundial, y ha captado el 27% del crecimiento total de la renta entre 1980 y 2016.
El aumento sustancial de la desigualdad y el fracaso en la elevación de la parte inferior y media de la distribución de la renta en los últimos cuarenta años no sólo invalida el supuesto fundamento ético de la economía del goteo, sino que tiene consecuencias negativas directas en el rendimiento de nuestras economías.
Según las estimaciones de la OCDE, el aumento de la desigualdad de ingresos en los países de la OCDE entre 1985 y 2005 ha costado, por término medio, un 4,7% de crecimiento entre 1990 y 2010.
- Tras la crisis financiera mundial de 2008, la Reserva Federal de Estados Unidos, seguida por el BCE en Europa, se embarcaron en una política prolongada de tipos de interés bajos y de flexibilización cuantitativa (QE).
Aunque estos programas resultaron necesarios para estabilizar los mercados y reducir los tipos de interés, inflaron los precios de los activos, normalmente en manos de la parte más rica de la población, aumentando la desigualdad de la riqueza.
Además, en ausencia de un mayor estímulo fiscal y una regulación financiera más estricta, su supuesto efecto de filtración sobre la inversión y el empleo es cuestionable.
- La QE permitió el acceso al crédito a bajo coste, sobre todo en la UE, pero esta oportunidad no se tradujo plenamente en un mayor consumo e inversión, en ausencia de una política fiscal complementaria y una regulación financiera adecuada.
Dado que la QE se introdujo en un contexto de mercados financieros fuertemente desregulados, exacerbó algunas de las deficiencias crónicas del modelo financiero neoliberal, aumentando la desigualdad y la inestabilidad económica.
Hoy en día, la cuestión es si los bancos centrales pueden permitirse retirar sus políticas monetarias excepcionales sin perjudicar a una economía frágil, ya que desconectar las líneas de crédito baratas durante un estancamiento secular podría provocar una nueva crisis financiera.
- Otra razón por la que la QE no dio los resultados esperados en la década de 2010 fue el predominio del paradigma neoliberal, magnificado bajo estrictas reglas fiscales procíclicas y la aplicación de políticas estructurales de austeridad, incluida la descentralización de las estructuras de negociación colectiva.
Esto se tradujo en una actividad económica anémica que apenas logró restablecer los niveles económicos anteriores a 2008, antes de que la COVID-19 devolviera las economías al punto de partida en términos de crecimiento y empleo.
- Sin embargo, las consecuencias económicas del COVID-19 no son iguales para todos.
Cientos de millones de trabajadores han perdido sus puestos de trabajo, o se aferran a planes de trabajo temporales de corta duración.
En el otro lado, las grandes empresas tecnológicas y las plataformas digitales han visto aumentar considerablemente sus ingresos durante la pandemia, al igual que los gestores de fondos de inversión y de cobertura.
- Hoy en día, es necesario un apoyo monetario más sistémico y directo a la intervención fiscal para abarcar los objetivos de desarrollo económico y justicia social.
Esto no sólo significa un apoyo indirecto a los préstamos a través de la flexibilización de los requisitos de apalancamiento y la mejora de la liquidez a los bancos comerciales, sino un papel más proactivo de los bancos centrales en la orientación de la inversión productiva en la economía real, dirigiéndola al mismo tiempo hacia el cumplimiento de objetivos específicos de sostenibilidad social y medioambiental.
- En cuanto a la política fiscal, la posibilidad de volver a la normalidad en la actividad económica podría inducir a los gobiernos a retirar las costosas medidas de apoyo de forma más brusca de lo recomendado, hundiendo la economía como ocurrió tras la Crisis Financiera Mundial.
Esto sería un error, ya que los gobiernos deben más bien intensificar y aumentar el gasto, al tiempo que aplican reformas multidimensionales que vayan en la dirección de luchar contra la desigualdad y atender a las preocupaciones medioambientales.
- Para lograr el objetivo de una recuperación socialmente justa, los gobiernos deben cambiar el enfoque predominante sobre el trabajo, reforzando el papel de las instituciones laborales y reafirmando su centralidad en la garantía de unas condiciones de vida dignas para todos.
También es imperativo frenar el impacto negativo de la financiarización, para no desviar recursos de la inversión en la economía real, exacerbando aún más la polarización de la renta y la riqueza.
Por último, es urgente una política fiscal progresiva que ponga freno al aumento secular de las desigualdades, al tiempo que apoye la necesaria reorientación de nuestras economías hacia un modelo de crecimiento ecológico.