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La OCDE y la globalización: la evaluación correcta, las respuestas políticas incompletas

París, 14 de junio de 2017

La Reunión del Consejo Ministerial de la OCDE de 2017 (7-8 de junio) , presidida por Dinamarca, tuvo la audaz ambición de «hacer que la globalización funcione (…) para todos». El resultado de la reunión ministerial ofrece una evaluación crítica muy bienvenida de los motores de la globalización que «no han beneficiado a todos». Sin embargo, pasando de la evaluación a las prescripciones políticas, el conjunto de propuestas que surge de la Ministerial es incompleto. En el lado positivo, la OCDE reitera los llamamientos anteriores a una mayor cooperación internacional en materia de conducta empresarial responsable, corrupción y evasión fiscal. En el frente de la política nacional, también pide un mejor acceso a la mejora de las cualificaciones, la educación y la protección social de los trabajadores para hacer frente a la globalización y al aumento de las desigualdades. Pero la configuración política que se sugiere para el futuro se queda corta a la hora de cuestionar las pasadas reformas de flexibilidad del mercado laboral que han dejado a los trabajadores y a sus familias a su suerte mediante la individualización y la desregulación de los contratos laborales. El resultado de la reunión ministerial también señala un debilitamiento del multilateralismo, ya que no se ha podido alcanzar un consenso total sobre las cuestiones comerciales ni sobre el acuerdo de París sobre el cambio climático. El acuerdo sobre un nuevo marco de la OCDE para los «futuros miembros» dio un giro insatisfactorio al centrarse en los inversores y el derecho de los accionistas, dejando de lado los derechos humanos y las normas medioambientales y laborales. De cara al futuro, es esencial que la OCDE no caiga en un paquete de políticas simplista y poco útil que gire en torno al libre comercio a nivel internacional y a una agenda de «competitividad» a nivel nacional. Hacerlo sería precisamente no extraer las lecciones políticas del aumento de la desigualdad y de la disminución de la parte de las rentas del trabajo. El punto de partida de este debate, si de verdad se quiere que la globalización «funcione para todos», es empoderar de forma efectiva y colectiva a los trabajadores y garantizar una transición justa hacia una economía baja en carbono y cada vez más digitalizada. «Lea los comentarios completos en el PDF adjunto»